A lo largo de la historia de la humanidad, la muerte ha formado parte de la vida de forma natural.

Esto ha sido así por varias razones:

la muerte es el contrapunto de la vida, al igual que el blanco lo es del negro y la noche del día. Uno sin el otro no pueden existir y eso es lo que le da carta de naturalidad al hecho en sí.Si no hubiera Vida, no habría Muerte pero, Si no hubiera Muerte, tampoco habría Vida 
- Las diferentes culturas ancestrales no consideraban a la muerte como la perdida de nada, sino más bien, como el punto de avance en el camino del crecimiento. Eso ha supuesto que la muerte se haya vivido con normalidad a lo largo de la historia y se haya celebrado 
- Si algo sabemos con absoluta seguridad cuando nacemos, y además es inamovible, es que vamos a morir. Todo lo demás que queramos hacer a lo largo de nuestra vida está en nuestras manos. Nuestras relaciones, nuestros estudios, nuestras actividades, nuestras aficiones, ¡todo!, pero la muerte, ¡NO!De ahí el valor tan importante que tiene naturalizar la realidad de la muerte.

Nuestra sociedad proviene de esas culturas ancestrales a las que antes me refería.

Contemplamos la diversidad y la interrelación entre los diferentes orígenes culturales como una riqueza y oportunidad de crecimiento.

La cuestión es que, paralelamente a estas integraciones culturales y sociales, existe una tendencia evidente hacia la uniformización, a hacernos tod@s iguales, en todos los ámbitos de la vida.

Esto supone que se ha ido perdiendo la esencia de estas culturas y con ella las enseñanzas, milenarias en algún caso, de las mismas. La desaparición de idiomas minoritarios en favor de la globalización y del entendimiento común es un ejemplo claro.

Esto sucede también, como comentaba más arriba, con la muerte. Hablar de la muerte en la sociedad actual es y supone uno de los temores más grandes, si no el más grande, que tiene el ser humano.

¿Te animas?